¿Por qué se corrompían los datos y por qué ahora no?
Si usamos variables se ve mejor:
void func(int var)
{
var = 10;
}
int main()
{
int a = 0;
func(a);
std::cout << a;
}
Da igual las veces que ejecutes el código anterior que siempre va a imprimir 0
y el motivo es muy simple: var
es una copia de a
, luego los cambios que realicemos sobre var
no tendrán su eco en var
. Es como clonar una oveja... esquilar al clon no va a hacer que la oveja original se esquile automáticamente.
Ahora vamos a ver el mismo ejemplo pero con punteros:
void func(int * var)
{
int n = 10;
var = &n;
}
int main()
{
int a = 0;
int* ptr = &a;
func(ptr);
std::cout << a;
}
El programa imprime otra vez 0
... ¡Pero si estamos usando punteros! ... ya, pero al igual que en el caso anterior, var
es una copia de ptr
. Lo único que comparten ambos punteros es que apuntan a la misma dirección de memoria, pero siguen siendo variables independientes.
Y aquí es donde entra en acción el truco. Lo que hace var=10
es modificar la dirección apuntada por var
. Tras este cambio, ptr
apuntará a una dirección de memoria y a
a otra diferente.
Ahora, en cambio, imagína que cambiamos un poco el ejemplo:
void func(int * var)
{
int n = 10;
*var = n;
}
Ahora el programa, por arte de magia, imprimrá un 10!!!
¿Qué ha pasado ahora?
Lo que sucede ahora es que, gracias al uso del asterisco, estamos modificando la memoria compartida por ambos punteros, var
y ptr
.
Es por ello qu este cambio se propaga fuera de la función.
Dicho esto aprovecho para aclarar un pequeño detalle: En tu primer caso no se es que se corrompiesen los datos... es que no estabas modificando la memoria original, la cual quedaba sin cambios tal cual estaba cuando se llamó a la función.